Vocación Universal a la Salvación
Aunque viviendo en un tiempo de "concentración urbana" - característica general de las civilizaciones en decadencia - a Lucas le gusta presentar a Jesús atravesando los lugares del interior. Para el mensaje de hoy, esta presentación es significativa: la invitación al Reino debe hacerse a todos. De hecho, a la preocupación apocalíptica de saber el número de los elegidos y las oportunidades que tiene la gente, Jesús propone una línea de pensamiento diametralmente opuesta: el número de los elegidos no interesa; lo importante es esforzarse para entrar (la conversión) y no quedarse bromeando, con apariencia de estar interesado, pero sin hacer nada; pues llega el momento en que el dueño de la casa se levanta y cierra la puerta; entonces no reconocerá a los que estuvieron con El en las plazas, pero sin escuchar su palabra, sino sólo de "cuerpo presente". Pero la fiesta, en sí, esta abierta para todos los que quieran esforzarse.
Es evidente que la crítica va dirigida a aquellos en cuyas plazas Jesús enseñó (Lc. 13:26): a los judíos; lo dejaron hablar, pero no obedecieron su llamamiento a la conversión, seguramente porque, por ser judíos, estaban seguros de pertenecer al número de los elegidos. Ellos son los primeros, que se quedaron de últimos, pues los últimos - los despreciables paganos -, cuando se convierten, se vuelven los primeros, para sentarse con Abrahán, Isaac y Jacob (¡qué provocación para los judíos!) en la mesa del banquete escaotlógico, venidos de todos los rincones de la tierra.
Este mensaje no ha perdido nada de actualidad. Pues lo que Jesús rechaza es el calculismo, la falsa seguridad respecto a la elección. La elección no responde a ningún criterio humano. La gracia de Dios es la que nos llama a su presencia. Ante esta llamada, todos, sea como sea, deben convertirse; pues nadie es digno de la santidad de Dios, ni de su grande amor. Nadie se puede considerar dispensado de escucharlo y de transformar su vida según la exigencia de su palabra. No existe un número determinado de elegidos, como predican muchas sectas de nuestro medio. Lo que existe es un llamado universal y permanente a la conversión. Pues no se conquista nunca la fe para siempre. Es como el maná del desierto: si la gente lo quiere guardar hasta la mañana siguiente, se pudre (Ex. 16:20). El que no retoma diariamente el trabajo de responder a la palabra con una auténtica conversión, gritará en vano: "Señor, yo participé en retiros y asistí a predicaciones, charlas y cursillos en tu nombre...También entre nosotros los últimos podrían ser los primeros: los que no van a la Iglesia porque no tienen ropa decente, porque tienen que trabajar, porque tienen muchos hijos, o, simplemente porque se seinten extraños entre tanta gente de bien... Para llamar a estos, Jesús precisamente, no se quedó en los grandes centros, sino que entró en los barrios periféricos y villorios.
Que en este día el Señor nos ayude a reconocer la importancia de vivir intensamente su mensaje y poner en práctica el ejemplo de su vida. No nos preocupemos de "cuantos" participaran de su vida, sino meditemos acerca del "como" estamos viviendo las exigencias evangélicas.